Es habitual y normal que todos nos mostremos reticentes a dejar atrás la vida más relajada, sin prisas, sin horarios rígidos, con más diversión y menos responsabilidades que tenemos durante las vacaciones. A los niños también les pasa y despliegan todas sus resistencias al cambio de rutinas, especialmente si durante el verano se han olvidado completamente de ellas. El conjunto de resistencias que muestra el niño o adolescente son los síntomas de algo que no tiene por qué ser visto, a priori, como un trastorno de adaptación.
El desajuste de horarios y actividades al empezar la escuela hace que sean muchos los niños que tienen que pasar necesariamente por un periodo de adaptación, que no suele durar más que unos pocos días. En este periodo podemos encontrarnos con desregulación de horarios, cambios en los patrones de sueño o en el apetito, nerviosismo o agitación, ligera irritabilidad etc. En cualquier caso se trata de un proceso normal, que puede vivir o no cualquier niño sano y que se soluciona por sí solo una vez se haya adaptado de nuevo a la rutina y, por supuesto, los padres no deben considerarlo como una enfermedad ni como un trastorno de adaptación.
Hay algunos casos especiales en los que se hace más difícil ese periodo de adaptación. Uno de ellos es cuando hemos de dejar al niño por primera vez en la escuela o guardería. En estas situaciones la cantidad de cambios es enorme y los niños puede que experimenten miedo, ansiedad, llantos desconsolados, etc.… Todo esto se encuentra dentro de la normalidad y no tiene porque complicarse. En estos casos lo deseable sería un periodo inicial gradual, para que la adaptación sea más progresiva.
Otras situaciones en las que los cambios también son muy importantes son el inicio de secundaria y el cambio de colegio. Es absolutamente normal que aparezca cierto nerviosismo provocado por la incertidumbre del nuevo periodo y desajustes en el estado de ánimo, o dificultades y alteraciones en el comportamiento.
Los niños son muy capaces de hacer frente al cambio y los padres pueden ayudar en este proceso, proporcionando un entorno que fomente la capacidad de adaptación y animándoles a compartir y expresar los sentimientos que suscita el regreso a la colegio.
Hay una serie de recomendaciones para que la vuelta al cole no se convierta en una situación traumática que pueda llevar a un trastorno de adaptación por parte del niño.
Recomendaciones para evitar un trastorno de adaptación
Ir retomando las rutinas. Si es posible, unas semanas antes de empezar la escuela ir introduciendo algunas de las rutinas habituales tanto de sueño como de comidas. Introducir hábitos saludables en la alimentación, horarios de comidas estables, volver a ir a la cama a una hora prudencial y levantarse también a una hora más cercana a la que será necesaria cuando se vaya al colegio ayudará mucho a que los primeros días de la vuelta al cole el cambio no sea tan brusco.
Es importante tener en cuenta que los niños tienen necesidad de unas determinadas horas de sueño según la edad y que es importante respetarlas para que el niño pueda estar totalmente despierto al día siguiente en el aula.
- En función de la edad también habrá que ir potenciando unos horarios más acordes con la actividad escolar. Comer en horarios determinados, hacer ciertas tareas, cenar antes, ir a dormir antes, etc… Todos los horarios van a tener que sufrir una adecuación y lo mejor es poder hacerlo de forma gradual.
Como en cualquier otro aspecto que tenga que ver con la crianza de los niños, el papel de los padres es fundamental. Son ellos los que han de preparar todo lo necesario (material escolar, libros, uniformes, actividades extraescolares, etc…) sino que también con su actitud delante de esa situación se convierten en modelos de comportamiento que puede facilitar muchísimo estos momentos de cambio y su adaptación. Si un niño ve que su padre afronta la vuelta al trabajo con nerviosismo, estrés, depresión, enfado, irritabilidad… aprenderá a afrontar así también las situaciones de cambio de hábitos. Si en cambio sus padres afrontan esos cambios de forma adecuada, gestionando sus emociones equilibradamente, lo transmitirán a sus hijos y ellos lo aprenderán.
No olvidemos que la vuelta al cole implica también toda una serie de aspectos positivos como ver de nuevo a compañeros y amigos, iniciar nuevo curso, nuevas experiencias, nuevas ilusiones, compartir todo eso con los compañeros… Además, la flexibilidad de horarios y la ausencia de responsabilidades es agradable durante un tiempo, pero los niños necesitan rutinas y hábitos estables que les permitan dar una estructura a su vida y el cole es uno de los más importantes.
Los casos en los que los niños presentan síntomas más pronunciados de ansiedad, estado de ánimo bajo o irritabilidad, generalmente acompañados de síntomas físicos como dolor de estómago o de cabeza, vómitos, negativa explícita a ir al colegio, llanto, rabietas etc. Podrían ser casos en los que sí se daría un trastorno de adaptación. En estos casos habría que determinar las causas con mayor profundidad. Es importante averiguar si hubo problemas el curso anterior, si hay dificultades graves de aprendizaje, si fue objeto de burlas, si sufre una ansiedad desmesurada a la separación de los padres, etc… En estos casos es importante poder consultar con un profesional para poder saber cuál puede ser el problema y que soluciones y estrategias son las adecuadas.