El uso diario y continuado de internet, redes sociales, tablets y móviles, hace que nuestras costumbres y maneras de relacionarnos con los demás y de comunicarnos, cambien.

La fobia o miedo a quedarse sin móvil, en casos extremos puede tener que ver con una adicción al teléfono móvil.

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Un estudio realizado en Reino Unido en 2011  reveló que el 53% de los usuarios de teléfonos móviles en el Reino Unido sienten ansiedad cuando se agota la batería de su teléfono móvil, lo pierden o se quedan sin cobertura. El estudio también reveló que el 58% de los hombres y el 48% de las mujeres sufren este trastorno. Además, el 55% de los participantes manifestó “sentirse aislado” cuando no disponían del móvil.

El uso de la tecnología puede ser muy útil, pues nos permite estar constantemente en conexión con casi todos los rincones del planeta. Pero cuando esa conexión se corta por el motivo que sea (falta de cobertura, quedarnos sin batería, olvidar el móvil en casa…) genera una infundada sensación de incomunicación hasta el punto de producirnos ansiedad  y deseo intenso de volver a estar conectados, es decir, adicción al teléfono móvil.

Es cierto que los antiguos teléfonos móviles no generaban en nosotros tanta adicción al no ofrecer posibilidad de navegación, ya que se ha trasladado el grueso de la actividad comunicativa a la mensajería instantánea. Según las estadísticas, los usuarios de smartphones consultan sus teléfonos una media de 34 veces al día.

Los síntomas de la adicción al teléfono móvil son sensación de ansiedad, taquicardias, pensamientos obsesivos, dolor de cabeza y dolor de estómago.

El perfil de la persona que tiene este trastorno es el de una persona que tiene poca confianza en sí misma y baja autoestima, con carencia de habilidades sociales y de resolución de conflictos, y que en su tiempo de ocio solo usa el móvil y parece incapaz de disfrutar sin él.

En cuanto a la edad, es más habitual en adolescentes, pues tienen más necesidad de ser aceptados por los demás y están más familiarizados con las nuevas tecnologías. También las mujeres suelen padecerlo en mayor proporción.

Por un lado, se produce una dependencia absoluta de los demás, pues el móvil es una manera de estar conectado. Es todo un problema de autoestima y de relación. De hecho, la inseguridad personal es el factor más común. La consecuencia es estar esclavizado absolutamente al móvil, es decir, tener una adicción al teléfono móvil. Es comparable a la adicción al tabaco, en la que el fumador, cuando se queda sin tabaco, no para de buscar un sitio donde comprarlo y en cuanto lo tiene, lo primero que hace es encenderse un cigarrillo.

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Lo más aconsejable para no llegar a desarrollar una adicción al teléfono móvil es:

  1. Apuntar lo que sería un uso razonable del teléfono.
  2. Apagar el móvil durante las comidas o durante las reuniones familiares.
  3. Priorizar la realidad y el contacto personal al  mundo virtual.
  4. Si nos damos cuenta de que la ansiedad se apodera de nosotros al dejarnos el teléfono en casa, nunca está de más consultar  con un especialista.

La educación es básica para prevenir este tipo de patologías y debe hacerse desde edades tempranas. La tecnología no es el problema, sino su uso patológico. Este uso patológico puede llevar a una adicción al teléfono móvil o a un uso que genere problemas psicológicos.

Lo básico es entender la importancia del uso correcto de estos aparatos y velar por una educación que comprenda tanto los aspectos positivos de las nuevas tecnologías como los usos indebidos y patológicos. A este respecto, la prevención en el ámbito familiar y en la escuela es el elemento clave.