¿Cómo reaccionamos cuando situaciones traumáticas cambian nuestra vida? ¿Qué nos pasa cuando perdemos un ser querido, perdemos nuestro trabajo, nos diagnostican una enfermedad grave, sufrimos de cerca un ataque terrorista o alguna catástrofe natural?
La capacidad de las personas para hacer frente a situaciones traumáticas o adversidades de la vida, saliendo fortalecido de ellas, es lo que los psicólogos llamamos resiliencia. Es el resultado de un proceso dinámico compuesto por diferentes variables, como el grado de intensidad de la situación traumática, las circunstancias de la persona en el momento en el que ocurre, momento vital del individuo afectado (edad), cultura en la que ha crecido, etc… Es decir, que tiene que ver con la historia vital de esa persona y cómo se ha desarrollado.
El término tiene su origen en la física. Es la capacidad de la que está dotada un material para resistir un impacto y retomar su forma original. La RAE la define como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o estado o situación adversa”.
También podemos reconocer en estas definiciones que la resiliencia algo tiene que ver con el proceso de duelo y su afrontamiento. El duelo es un proceso natural que se pone en marcha ante una situación traumática de pérdida, ya sea la pérdida de un ser querido, de una situación personal como el trabajo o la salud, de una manera de vivir, etc…
La vida es un proceso dinámico de cambios, con una sucesión de pérdidas, encuentros y transformaciones. Toda transformación implica una renuncia y una frustración. Y toda pérdida comporta un desequilibrio temporal del psiquismo.
Si las capacidades psíquicas internas se ven sobrepasadas por los cambios de la realidad externa, el individuo quedará atrapado y desbordado por los mismos sin posibilidad de poder solucionarlos de forma satisfactoria. Cuando un desequilibrio permanece en el tiempo sin poder ser resuelto hablamos de duelo patológico.
A la capacidad de poder resolver adecuadamente esos desequilibrios o duelos la llamamos resiliencia, y es una capacidad que aparece con mucha más frecuencia de lo que suponemos y de forma natural. Implica, además, más que el hecho de recuperarse de la situación adversa, un crecimiento hacia algo diferente, consiste en dar un salto hacia adelante de lo que éramos antes de la pérdida o crisis.
La resiliencia nos permite la aceptación del dolor que produce la pérdida y su elaboración que lo va transformando lentamente en conocimiento y capacitación de nuevos recursos para la vida.
Por lo dicho anteriormente, podríamos suponer que la resiliencia es una capacidad determinada por las características personales, el carácter, la historia vital… y así es en parte. Pero como también hemos apuntado es un proceso dinámico, que puede ser transformarse y ser potenciado, incluso podemos aprender a desarrollarlo con la ayuda de las personas más cercanas y en muchas ocasiones será necesaria la ayuda de profesionales de la psicología.
Un psicólogo no ayudará a saber encontrar los aspectos de nosotros mismos que nos servirán para superar las adversidades, potenciarlos y aprender a desarrollar los que estén más débiles. Descubriremos que podemos afrontar las cosas de otras maneras y además eso nos cambiará positivamente y nos ayudará a vivir la vida más plenamente.