No hace tanto tiempo, el alcohol y el tabaco eran practicas aceptadas en nuestra sociedad. Niños de 13 o 14 años se iniciaban en estos hábitos muchas veces de la mano de sus padres o abuelos.
Hemos heredado de aquellas épocas, el aumento en la incidencia de cánceres de pulmón y vías respiratorias; cáncer de boca y garganta; alteraciones gástricas, hepáticas, cardíacas entre muchas otras. La probada relación del tabaco y del alcohol con todas estas enfermedades han conducido a las agencias de salud publica de la gran mayoría de los países a considerar a estas sustancias un problema de salud pública.
Es evidente que hay un gran desconocimiento sobre los riesgos que entraña al consumo de cannabis, pero creo que lo más alarmante es la falsa percepción de inocuidad de la sustancia que se disfraza bajo el manto de “producto natural”.
Es esperable que pacientes con patologías relacionadas con la dependencia trivialicen el problema: “solo es un porro para dormir” o “solo fumo cuando salgo” o “es solo un porro! Eso no tiene nada que ver conmigo!”. Lo realmente preocupante es que sea la sociedad la que carezca de consciencia de problema. En las universidades y entre los adultos jovenes el cannabis es algo habitual. En general esto se percibe como una fase de rebeldía, y en realidad debería ser una señal de alarma, algo que llama la atención, y no algo “normal”.
Es necesario reflexionar porqué como sociedad entendemos los peligros que entraña el alcohol o el tabaco, pero no a los del THC. Todos los tóxicos traen consecuencias, y el riesgo en estos casos empieza con la posibilidad de generar una dependencia. Una vez se está dentro del círculo de la dependencia, los riesgos a otro tipo de patologías aumentan de forma exponencial.
Post publicado en www.drsambola.com