Cuando el paciente realiza una desintoxicación de cocaína ya sea ambulatoria u hospitalaria, el equipo terapéutico solicita colaboración a las personas afectivamente allegadas al paciente. Se focaliza esta colaboración en que ayuden al paciente a cumplir con determinados cambios en los hábitos (horarios, rutinas sanas, etc.).
Sin embargo, esta colaboración, si no está adecuadamente dirigida, puede echar por tierra lo logrado en la desintoxicación de cocaína. ¿Cómo es esto? El entorno afectivo ante esta colaboración puede tomar dos posturas: la vigilancia sobre el paciente o confiar en la voluntad del paciente.
En el primer tipo de posición, la vigilancia sobre el paciente, el entorno afectivo se arroga la función de evitar que el paciente recaiga, haciendo cumplir los cambios a rajatabla. Esta posición evita que el paciente se haga responsable de su enfermedad, el tema de la responsabilidad se comienza a trabajar en el proceso de desintoxicación de la cocaína. Cuando, la familia, la pareja, etc., toma este rol, se infantiliza al paciente y no su abstinencia depende de la eficacia de los demás, por lo que el paciente no es proactivo en su tratamiento.
En el segundo tipo, confiar en la voluntad, los pacientes se ven desamparados ante el tener que retomar situaciones cotidianas luego de la desintoxicación de la cocaína. Sin embargo, el paciente todavía no está preparado para asumir todas las situaciones de estrés que posibilitan las recaídas.
La posición adecuada del entorno afectivo es mantener una posición intermedia y flexible, además de una comunicación fluida con el equipo terapéutico, para que éste pueda mediar en los conflictos y evitar situaciones de malestar que generen tensiones que lleven al paciente a una recaída.