Se han detectado en los últimos años un aumento progresivo de casos de adolescentes que se realizan autolesiones, la mayoría de los cuales no van asociados a ninguna enfermedad mental, sino más bien a una manera de canalizar una frustración o un malestar emocional.
En el Hospital Sant Joan de Déu este tipo de casos se han sextuplicado en los últimos cuatro años. En 2012 atendieron en urgencias a 24 pacientes por autolesiones que precisaron hospitalización, y en 2016 la cifra aumentó a 173.
En el Hospital de Día de Adolescentes del Hospital Parc Taulí de Sabadell, han crecido un 9%. Estudios europeos confirman estas estadísticas. Por ejemplo la revista británica Journal of Child Psycology and Psychiatry, publica que un 27,6% de jóvenes europeos se han autolesionado al menos una vez en la vida.
Esta tendencia empieza a preocupar a profesionales de la salud y se ha puesto en marcha un Grupo de Estudio y Tratamiento de las Autolesiones (Greta), formado por profesionales de cinco hospitales catalanes. El objetivo es elaborar un protocolo para atender de manera efectiva al número creciente de pacientes que sufren este problema psicológico, y hacer presente esta problemática ante las autoridades del departamento de Salud.
Las autolesiones no suicidas incrementan el riesgo de lesiones suicidas. Es por este motivo que, a pesar de que muchos de estos adolescentes no sufren una patología psiquiátrica, deben recibir tratamiento para superar esta conducta.
En la mayoría de los casos son cortes superficiales que se hacen con objetos como sacapuntas, cuchillas, o lápices, con el que se van rascando hasta producirse una lesión. Suelen ser heridas en antebrazos, pero también en nalgas y vientre.
Lo más alarmante es que después de hacerse la herida, los adolescentes suelen fotografiarse y compartirlo con las redes sociales, con lo cual cada vez llega a un público más amplio.
Es por eso que los profesionales empiezan a plantearse si no se está produciendo una especie de “moda” o “contagio”.
Pero, ¿a qué es debido este fenómeno?
No se sabe con seguridad, pero empieza a coger forma la explicación que relaciona las autolesiones con una manera de expresar el malestar.
El perfil de los jóvenes sin ninguna enfermedad psiquiátrica que se provoca autolesiones es la de una persona con una autoestima baja, que tiene dificultades en las relaciones interpersonales –en muchos casos son víctimas de acoso escolar-, con poca capacidad para resolver problemas y escasa resistencia a la frustración.
Estos jóvenes se hacen cortes superficiales ante problemas triviales: un límite impuesto por los padres, una relación de pareja que se rompe o una discusión con alguien. El adolescente se autolesiona como una vía para comunicar su malestar a los demás o bien para sentir alivio al cortarse –el dolor que le produce la autolesión desvía su atención del sufrimiento psicológico-, o bien porque se marea al ver la sangre y esto le disminuye la ansiedad que está sintiendo.
Las autolesiones también provocan que el entorno próximo al joven se preocupe más y cambie su relación con él, con lo cual se siente más considerado y querido, lo que a su vez puede reforzar este comportamiento y convertirlo en más impulsivo.
Es importante enseñar al joven a canalizar el dolor psicológico de una manera diferente. Esto se realiza a través de una intervención especializada, a poder ser, psicólogo o profesional de la salud mental especializado . También se aconseja a los padres “controlar” los contenidos que sus hijos ven en internet, ya que la red amplifica esta conducta.
Si detrás de estas conductas está el no saber –no poder- expresar el malestar de una forma más sana y el intento de ser “visto”, “considerado”, “apreciado”, por los más allegados, sería importante que los padres se plantearan cuanto tiempo pasan con sus hijos y que comunicación mantienen con ellos. Comer todos en la mesa es una buena recomendación, pasar tiempo juntos, compartir espacios y actividades, etc… Parece que cada vez es más común que los jóvenes hagan los almuerzos o las cenas solos en sus habitaciones.
Además, estando más presentes, contrarrestaremos el poder de persuasión que tiene internet y las redes sociales, y la de grupos de amigos.