En los últimos años en Estados Unidos se ha disparado el número de casos que presentan una adicción a los opiáceos, causada por un exceso en la prescripción de medicamentos para el dolor.
Los avances conseguidos en farmacología y medicina nos han permitido calmar o aliviar dolores que hace años eran insoportables, y esto es una gran suerte para nosotros, pero tiene sus riesgos.
Algunos de estos medicamentos calmantes o analgésicos son medicamentos con derivados opioides. ¿Qué significa eso? Pues que son medicamentos que pueden provocar una adicción a los opiáceos, ya que tienen un alto poder adictivo. Su prescripción debe hacerse con gran responsabilidad y bajo un estricto control médico.
En EEUU ha habido un exceso en la prescripción por parte de los médicos, que ha provocado un abuso de este tipo de medicamentos con derivados opioides. Cuando el gobierno se ha dado cuenta, ya había una parte de la población con una adicción a los opiáceos muy fuerte, lo que provocó que muchos de estos pacientes recurrieran a otros derivados de los opioides para calmar las ansias de consumo: la heroína. Este fue el inicio de la actual epidemia de heroína que sufren en EEUU.
Según The New York Times, en 2016 las drogas, sobre todo la heroína, mataron a más personas que nunca, al menos 59.700. Varios estados han demandado a farmacéuticas por haber alentado supuestamente el consumo de medicamentos adictivos influyendo en infinidad de doctores que los recetaron sin mesura. Florida se volvió en la capital de las clínicas que despachan pastillas.
El perfil medio de la persona con una adicción a los opiáceos es un hombre blanco, soltero, de entre 18 y 44 años y con poco nivel educativo. Es la primera vez desde la guerra de Vietnam que mueren más jóvenes blancos de los que morían en la generación anterior en EEUU.
En Europa la situación no es tan grave pero empieza a preocupar. Las diferentes políticas sanitarias, el sistema de salud y el mayor control de la prescripción de estos medicamentos en los países europeos, hacen que la percepción de riesgo de se de una masificación de la adicción a los opiáceos, sea baja, pero los datos, aunque no tan graves, están ahí.
Según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, el consumo de opioides en España se ha visto incrementado en un 83’59% en el periodo que va desde 2008 hasta 2015.
El uso de este tipo de medicamentos ha mejorado mucho el sufrimiento de los pacientes con dolor, pero hay que tener en cuenta otros aspectos:
– El consumo continuado puede producir efectos de rebote del dolor (cuando finaliza el efecto de la toma anterior)
– Puede producir adicción, de manera que su interrupción brusca puede desencadenar un síndrome de abstinencia, que cursa con dolor más intenso, y también
– Un efecto de tolerancia que induce al aumento progresivo de las dosis necesarias para calmar el dolor.
Ante la situación de adicción a los opiáceos descrita en EEUU y los datos referentes a nuestro país, vemos que estamos a tiempo de controlar una situación que puede convertirse en un grave problema de salud. La responsabilidad es compartida entre los profesionales de la salud, los medios de comunicación y la población que hacemos demanda de soluciones rápidas y que impliquen poco esfuerzo.