Comúnmente la mayoría de los pacientes y su entorno afectivo creen que la adicción a la cocaína sólo se trata de malos hábitos. Es decir, si uno es adicto a esta sustancia es porque tiene hábitos negativos. Entonces si son hábitos, entonces se pueden cambiar. Y si el paciente no cambia, el paciente es un vicioso.
Esto es una verdad a medias. Es cierto que para consumir se generan hábitos. Pero el consumo frecuente de cocaína y su desarrollo en una adicción a la cocaína modifican nuestro propio funcionamiento cerebral. Para decirlo con otras palabras, la adicción posee una parte de hábitos y otra parte de química. La química que se relaciona con la cocaína es una modificación en la forma de procesar la información, el neurotransmisor afectado por la cocaína es la dopamina.
¿Para qué sirve la dopamina? La dopamina es un neurotransmisor que se libera en el sistema de recompensa del cerebro. Éste es el sistema que asocia los sentimientos de placer con ciertos tipos de comportamiento, como comer, beber y practicar sexo. Esto hace que quieras repetir estos comportamientos.
¿Y qué hace la cocaína? La cocaína estimula el sistema de recompensa del cerebro y despertar sensaciones placenteras. La estimulación del sistema de recompensa mediante el consumo de este tóxico puede generara una adicción a la cocaína porque el cerebro “se confunde” y quiere experimentar esa sensación placentera una y otra vez. Pero lo que agrava esta “confusión” es que este sistema de recompensa no tiene matices, funciona de manera binaria, es decir, todo o nada. La cuestión se complica porque el sistema de recompensa “interpreta” esta información como siendo fundamental para la supervivencia de la persona.
Por otro lado, se cree que el repetido uso de cocaína reduce la sensibilidad del cuerpo a la dopamina. Los receptores de dopamina son destruidos gradualmente con el uso de cocaína. Necesitas tomar más y más cocaína para conseguir el mismo efecto. Por lo cual el paciente entra en un bucle negativo: El paciente consume y al consumir, se consume su propia vida.
Entonces, se puede uno preguntar, si todo es cuestión de química, ¿nada se puede hacer? La respuesta es que se puede hacer y mucho. Por un lado, comprender el significado de la adicción a la cocaína permite tanto al paciente como a su entorno afectivo no estigmatizar y dejar de pensar que la adicción es un vicio. Por otro lado, si la adicción es una enfermedad, es responsabilidad del paciente generar un modo de vida que cuide de sí mismo. Cuidado que no significa aguantar, sino que se trata de aceptar un límite en su vida cotidiana y construir a partir de este límite otro modo de ser.