La personalidad puede definirse como el conjunto de rasgos emocionales y de conducta que caracterizan a una persona en su vida diaria y que son relativamente estables y predecibles.
Los rasgos de personalidad son pautas duraderas en la forma de percibir, relacionarse y pensar acerca del entorno y de sí mismo, que se hacen patentes en amplios contextos sociales y personales.
Solo cuando los rasgos de personalidad son inflexibles y desadaptativos, y causan deterioro funcional significativo o malestar subjetivo, puede diagnosticarse un transtorno de la personalidad.
Síntomas
La manifestación esencial de un transtorno de la personalidad es un patrón duradero de conductas y experiencias internas que se desvía marcadamente de lo que culturalmente se espera del individuo y que va más allá de lo habitual en la mayoría de las personas. Este patrón es inflexible y desadaptativo en un amplio rango de situaciones personales y sociales, y conduce a una perturbación clínicamente significativa o a deterioro social, ocupacional, o de otras áreas del funcionamiento.
El patrón es estable y de larga duración, y su comienzo puede ser rastreado por lo menos desde la adolescencia o adulto temprano. No puede ser interpretado como una manifestación o consecuencia de otro transtorno mental y no se debe, al efecto fisiológico directo de una sustancia (p.ej.: drogas de abuso, medicación, o exposición a sustancias tóxicas) o a condición médica general (p.ej.: traumatismo craneal).
Tratamiento
Para el tratamiento de los transtornos de personalidad será necesario un trabajo coordinado entre un psicólogo y un psiquiatra. La valoración psiquiátrica es necesaria, ya que la medicación es un aspecto muy importante a tener en cuenta (para calmar la ansiedad y el control de los impulsos).
Conjuntamente a la valoración psiquiátrica, el paciente recibe un tratamiento psicoterapéutico individualizado llevado por un psicólogo (donde se trabajan los posibles elementos traumáticos del pasado). Asimismo, también se puede realizar la terapia de grupo que permite modificar los aspectos y las actitudes relacionales y las pautas de conducta que provocan los transtornos de personalidad.
Tanto las publicaciones científicas como nuestra propia experiencia muestran que el trabajo coordinado y en equipo y una continuidad en el tratamiento es fundamental para la mejoría de los transtornos de personalidad. Dicha mejoría se produce en la práctica totalidad de los tratamientos cuando éstos se realizan de acuerdo con las indicaciones de los terapeutas.